domingo, 1 de enero de 2017

¡Que no! ¡Que son los cuartos!

Destruimos el érase una vez porque habían sido tantas que la vida había traído a tantos mortales como a los que, en su mayoría injustamente, se había llevado.
No fue hasta el divorcio de Pangea cuando el tiempo se despertó de su (hasta entonces perenne) hibernación y decidió iniciar su vida como educando para terminar con exceso de conocimiento. Primero aprendió a andar despacito y con cuidado por si se caía y se hacía daño. Cuando ya dominaba el pasar a un ritmo prudente, deseó correr.
Ahora se ha hecho atleta y por eso todo el mundo le echa en falta. Porque pasa y ni siquiera levanta aire. Porque quieren tomar un café con él para discutir los términos, pero apenas pueden.
Ágora le ha pedido mil veces cinco minutitos más con aquellas personas que se merecen la inmortalidad, mientras que Miel le ha prometido venganza porque hoy le falta alguien en la mesa de quien no pudo despedirse, y se quedó con un te quiero entre los labios. Unos labios que se le han hecho grietas. Sereia a veces le pide más noche para amar a oscuras y dormir con las sábanas hasta las orejas, pero otras las cosas duelen tanto que le pide que no deje que jamás oscurezca. Le pide más horas para escuchar las risas de quienes hacen volar los días y dan cobijo a Corazón cuando éste tiene frío.
Algunos mortales, tras experimentar la fugacidad de las horas, han decidido hincar codos para hacerlo llevadero, incluso soportable.
Miel, que sabe lo efímeros que pueden ser los días, ha decidido no dar tregua más de dos veces a aquellos que tienen matrícula de honor en apuñalar espaldas y rasgar corazones. Ha puesto premios a las horas y regalos a minutos y segundos, porque defiende la lucha por su tiempo para que lo que es suyo, pase a ser también de otros.
Ágora y Sereia se han unido a la lucha de Miel aprendiendo a quedarse sólo cuando, de vuelta a casa y con menos cinco grados en el cuerpo, el recuerdo sea como estar frente a una chimenea escuchando a alguien tocar una guitarra. Se han ido de personas que eran ancla, dejándose la mitad en ellas, pero han sabido curarse con saliva y mucha poesía para seguir caminando aun cuando les faltaba asfalto y terreno estable.

A pesar de que Tiempo siempre había ido de la mano con una sombra por la que nadie preguntaba, ahora se sabe que su nombre es Despedidas y que pueden llegar a doler como quien te arranca a Corazón de cuajo, sin avisar y sin anestesia.
Miel, ya formada luchadora y en proceso de docente de la materia, se ha prometido no prmitirle un robo en negro a Despedidas, y ahora disfruta de todo aquel que está en su camino por si mañana se va, para no permitirle el daño.
Sereia ya no se lamenta por decir (o que la digan) adiós, porque como Miel le enseñó una vez, mejor estar con aquellos que quieren quedarse a estar evitando una huída inevitable. Que mejor irse de los que te quieren a ratos, porque los vacíos al final se hacen más grandes.

A 2017...

Ágora se niega a un año rosa y sin incidencias. Pide a 2017 que le deje caer, que le permita cometer errores, equivocarse. Que quiere seguir aprendiendo y haciéndose fuerte cada vez que vuelva a levantarse para comenzar con más ganas.

Miel se ha llenado el corazón de las sonrisas de los suyos y de cientos de manuales que no enseñan griego ni literatura, pero sí cómo vivir de aquella forma, cómo seguir manteniendo la magia en un mundo donde la esperanza se ha quemado y no ha dejado cenizas.

Sereia ha limitado la circulación de pensamientos para que todo empiece y termine con buen pie. Pide un 2017 lleno de planes que completar con personas que le quiten los miedos, seguir queriendo hasta reventar y tener la fuerza suficiente para seguir un año más sin tanto desastre.

A 2017, y como siempre empezado por la declaración de intenciones de Miel, le pedimos que permita que le hagamos nuestro para vivirlo con Tiempo, Despedidas y Corazón de la mejor manera que nos enseñe.

En cuanto a Ágora, que siempre tendrá la última palabra en la poesía, mención especial u honorífica (no ha querido hacer más declaraciones) para su vieja poeta.
Y Sereia, como siempre, le desea un año llenito de besos, que los abrazos ya se los dará ella.

¡Que te den, 2016!

 

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