jueves, 29 de octubre de 2015

Siéntate en la ducha. Ya está.

Muchas veces he querido decirte que mojarse con la lluvia a veces es necesario.
 
Hundirte en el pequeño barquito de cáscara de nuez,
dejar que te empape el agua,
y volver a flote siendo tu propio salvavidas.
 
Dejar que se te inunde el corazón,
que limpie la sangre seca de cada vez que te ha dado por sangrar,
que purifique;
y después,
reír lo más fuerte que puedas.
 
Mover la cabeza como si hoy fuese el último día que pudieses escuchar esa increíble canción,
gritar 'te quiero' en el borde de un andén,
pisar las rayas blancas del paso de cebra,
negro, muerte.
 
Llenar la bañera de espuma y agua ardiendo,
follar tres veces en una sola noche,
las caricias del después.
 
Comer cinco caramelos de esos que te tiñen la lengua de azul,
guiñarle un ojo a alguien porque sí,
mirarte al espejo y decir 'joder, hoy me comía a besos'.
Encontrarte en un choque de pupilas con el amor de tu vida,
y preguntarle si te cede la tormenta.

Black.

De vuelta a casa,
con los párpados tristes,
mil seiscientas promesas rotas,
y arrastrando los pies;
ella siempre me guardaba abrazos.

Eran de ese tipo,
como una taza de té en invierno,
como meterse en la piscina en pleno agosto,
como llegar a casa y quitarse el sujetador.

Era la más bonita del mundo,
porque sí,
porque la rompieron el corazón demasiadas veces,
porque la destrozaron sin preocuparse,
porque tiene sus batallas,
y aun así, nunca está rota.

La guerra siempre acaba cuando la miro la sonrisa.
La paz llegará a Tierra cuando todos se den cuenta,
de que aunque se crea poca cosa,
marca fuerte allá donde pisa.


martes, 20 de octubre de 2015

Gigantes.

Es que tú siempre te has merecido las mejores líneas,
la carcajada más increíble del mundo,
y la lotería.
 En cuanto a personas, quería decir.

Me río yo de aquellos que me dicen que no puede ser,
que cómo te voy a querer;
y siendo que cómo no,
les dedico mi mejor sonrisa como acto reflejo.

Ignorantes aquellos que basan su vida en torno a unos números,
y no se dejan llevar por lo que les manda ese tan conocido
(y jodido)
órgano.

Que los 'te quiero' no se miden por números,
ni en una escala,
ni con 'yo más'.

A ti tampoco se te puede medir, taponcito.

Pocos hablan de los caos,
en los que un hermoso desastre te ayuda a descolocar aún más.
Porque yo soy de hacer una montaña con la ropa,
tú eres de callarte la montaña en el corazón;
y ambas somos el hilo para una sonrisa descosida.

Porque lo gratificante,
lo extraordinario;
está en que sepas que esto es únicamente para ti,
y no te hagas preguntas,
porque,
desde que has empezado,
sabías que esto lleva tu nombre.

Gigantes,
por las ganas de abrazarte.

Gigantes,
por las sonrisas que tendrías que sacar a paseo.

Gigantes,
por las putas huellas que me vas dejando en la frente,
la muñeca,
y,
cómo no, siendo tú,
el corazón.





sábado, 10 de octubre de 2015

Ojalá,

Se quedasen,
como las gotas en el cristal cuando lluevo,
como la mancha de café que ayer me jodió el folio,
como las cicatrices,
como el chicle que un rebelde escupió en la acera.

Ojalá,
alguien quisiera morir por mí,
de la forma en la que yo quiero morir por todos.

Ojalá,
dejasen de dejar herida,
esperar a que consiga curarme,
y volver a abrirla.

Ojalá,
no llorase con mi madre en invierno,
en otoño,
y a principios de primavera.

Quiero poder gritarle mis miedos,
dedicarle mis mejores risas,
y darle mi vida en distintos colores de confeti,
a alguien que no sea mi madre.

(Ella y yo hicimos un pacto para que eso nunca se perdiera.)

Quiero tener a alguien a quien besar los ojos,
robar la camisa que más me guste,
morder la nariz,
y con quien correr descalzos por un mármol casi tan frío,
como ese órgano que me bombea hielo mientras os escribo.

Ojalá,
me curasen.


jueves, 1 de octubre de 2015

Vuelos.

Me hacía cosquillas en frente del espejo,
las tardes de terraza y cerveza se pasaban entre chiste y chiste,
por la noche, me abrazaba como si no quisiese que me rompiera,
y me unía todo el manojo de cristales que era.

Los domingos era obligatorio no salir de la cama,
los viernes me dejaba pisarle los pies,
y los días de lluvia no podíamos buscar cobijo.

''Que le jodan al oleaje, cariño.
El agua pesa por fuera, pero que nunca te cale dentro.'' -decía y se ponía a gritar como quien aprende a volar.

Un día, se fue.
Se fue sangrando, doliendo.

Cogimos la T4,
dirección 'Ninguna parte'.
Maldito idiota,
llegaba tarde.

Cuando miré a mi lado, no llevaba maletas.
Cerré los ojos un maldito instante,
cogí fuerza,
''te quiero''.

Bonitas palabras para un aeropuerto con miles de corazones rotos,
será por veces que se lo habrán declarado demasiado tarde.

Esta vez,
yo no era su equipaje.