sábado, 10 de octubre de 2015

Ojalá,

Se quedasen,
como las gotas en el cristal cuando lluevo,
como la mancha de café que ayer me jodió el folio,
como las cicatrices,
como el chicle que un rebelde escupió en la acera.

Ojalá,
alguien quisiera morir por mí,
de la forma en la que yo quiero morir por todos.

Ojalá,
dejasen de dejar herida,
esperar a que consiga curarme,
y volver a abrirla.

Ojalá,
no llorase con mi madre en invierno,
en otoño,
y a principios de primavera.

Quiero poder gritarle mis miedos,
dedicarle mis mejores risas,
y darle mi vida en distintos colores de confeti,
a alguien que no sea mi madre.

(Ella y yo hicimos un pacto para que eso nunca se perdiera.)

Quiero tener a alguien a quien besar los ojos,
robar la camisa que más me guste,
morder la nariz,
y con quien correr descalzos por un mármol casi tan frío,
como ese órgano que me bombea hielo mientras os escribo.

Ojalá,
me curasen.


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